jueves, 23 de abril de 2015

Luchar y morir en África

Entre 1909 y 1927 España libró en el norte de Marruecos una guerra colonial que dejó una profunda huella en la memoria colectiva. Muchos de nosotros conocimos aún a algunos ancianos que explicaban que fueron a "servir a África"  o sea que hicieron el servicio militar en aquella zona. Recordaban el sufrimiento, la miseria y el miedo que pasaron. El protectorado español de Marruecos se creó por los tratados internacionales de 1906 y 1912 por los cuales se asignaba a Francia y a España el control del reino marroquí. El país galo recibió algo más del 90 % del territorio en cuestión, y España una pequeña franja costera, al norte del país, las regiones del Rif y Yebala, que rodeaban sus antiguas posesiones de Ceuta y Melilla. El conflicto empezó en 1909 con la emboscada del Barranco del Lobo y tuvo su punto álgido en 1921 con el llamado Desastre de Annual y Monte Arruit, donde murieron casi 11.000 militares españoles masacrados por los rifeños. Entre 1921 y 1926 España volvió a recuperar toda el territorio perdido enviando miles de soldados y gastando millones de pesetas. Estos hechos generaron ríos de tinta en su época y también en los últimos años han ido apareciendo diversos libros. El primero que queremos citar es Annual 1921 (Alfaguara, 1996) del periodista Manu Leguineche que tiene la virtud de haber contado con el testimonio de los últimos testigos vivos. Después podemos citar Historia secreta de Annual de Juan Pando (Temas de Hoy, 1999) y del mismo año Las imágenes del desastre. Annual 1921 (Almena Ediciones). La misma editorial Almena ha publicado Igueriben, 7 de junio - 21 de julio de 1921 (2007) y Blocaos. Vida y muerte en Marruecos (2009), todos ellos con magníficas fotos de la época. La última novedad és Morir en África de Luis Miguel Francisco (Crítica, 2014). Por lo tanto, el que quiera informarse tiene un buen material a su disposición. 

jueves, 15 de enero de 2015

Los templarios y la Sábana Santa

Cuando en 1307 se inició el proceso, instigado por el rey de Francia, que llevó a la disolución de la orden del Temple, una de las acusaciones principales fue la de herejía e idolatría. Los oficiales reales y los inquisidores adujeron que los templarios adoraban un misterioso ídolo o imagen de un hombre barbudo, una imagen que algunos consideraban horrorosa y pavorosa. Algunos la llamaron Bafumet, otros Mahomet, otros decían que la llamaban "nuestro Salvador". En los interrogatorios algunos frailes templarios del sur de Francia afirmaban que en el rito de iniciación, se les daba a besar la imagen de un hombre barbudo, que se veía en una tela. ¿Quién era ese hombre? Después de minuciosas investigaciones y el estudio de documentos y bibliografía, la historiadora italiana Barbara Frale ha llegado a la conclusión de que con mucha probabilidad, el misterioso ídolo o objeto de los templarios era nada más ni menos que la Sábana Santa, hoy conservada en Turín, donde aparece la imagen en cuerpo entero de un hombre muerto, se supone que el mismo Jesús. De ella se debieron hacer varias réplicas, algunas en tela, otras de la cabeza, en madera. 
La Sábana Santa se conservó muchos siglos plegada, de tal forma que habitualmente sólo se podía ver la cara del difunto, una cara algo alargada, con barba, y que vista en la penumbra de una capilla medieval debería provocar mucha impresión. Frale, así como muchos especialistas, consideran que la Sábana Santa pasó de Edesa a Constantinopla en el 943, y que allí fue robada durante el saqueo de los cruzados en el año 1204. Según las crónicas la tela que pasó a la capital del imperio de Bizancio era el mandyilion, un tejido en el que se veía impreso el rostro de Jesucristo. No es de extrañar este detalle, pues normalmente la tela se guardaba plegada y, como ya hemos dicho, normalmente sólo se podía ver la cara. Unos años después del saqueo de 1204 la tela debió llegar a manos del Temple, que la guardó celosamente, como una de las reliquias más preciadas de la Cristiandad. En 1353 cuando aparece de nuevo en público, está en manos de un noble francés, Geoffroy de Charny, muy relacionado familiarmente con la ya extinta orden de los caballeros templarios. 
En 1988 se hizo la prueba del Carbono 14 y resultó que, según esas pruebas, era una tela de aproximadamente el año 1300. Pero muchos investigadores e historiadores se preguntan: ¿Cómo es posible que un presunto falsificador del año 1300 consiguiera una imagen en negativo y tridimensional? ¿Cómo logró esa figura si no hay rastros ni trazos de pintura, sino que es resultado de una especie de radiación? En la tela de Turín hay sangre del grupo AB, propio de los antiguos judíos ¿Cómo pudo el presunto falsificador saber el grupo sanguíneo que había que poner si entonces estos detalles científicos se ignoraban? También se han encontrado esporas de diferentes plantas de la zona de Judea, Samaría y Siria...¿El falsificador medieval también tenía microscopio y se dedicó a buscar y esparcir en la tela esporas de plantas de aquellas latitudes? Realmente era un prodigio este hombre. Un último apunte: en los últimos años la prueba del C14 ha mejorado mucho y se ha sabido que si un objeto no ha permanecido completamente aislado y protegido de agentes exteriores, puede ver alterado su contenido en Carbono y por lo tanto, puede dar pie a dataciones erróneas. La Sábana Santa ha sufrido plagas bacterianas, un incendio, ha sido expuesta, besada y tocada por centenares de personas, especialmente en la época medieval. El misterio está servido. (Para más información: Barbara Frale. "Los templarios y la Sábana Santa", Alianza Editorial)