sábado, 15 de octubre de 2016

¿EL SANTO GRIAL EN ESPAÑA?


El santo grial es, según la tradición medieval, la copa o cuenco en que Jesucristo y sus apóstoles bebieron vino en la última cena celebrada en Jerusalén. Según otra versión, más minoritaria, sería una piedra luminosa, mágica. A partir de las obras Perceval o el cuento del Grial de Chrétien de Troyes (c.1135-1190) y Parzival de Wolfran von Eschenbach (c.1170-1220), la historia del grial se popularizó enormemente y se le atribuyeron cualidades milagrosas. Estos autores afirmaron en sus obras novelescas que el grial se encontraba custodiado en un misterioso castillo llamado Montsalvat o Munsalvache situado en España, en la frontera con los musulmanes. Algunas teorías afirman que dicho castillo podría identificarse con los monasterios de Montserrat (Cataluña) o San Juan de la Peña (pirineo aragonés de Jaca) o también con el castillo de Montségur, en la frontera entre Occitania y el condado de Rosellón (actual Francia). En los últimos cien años han sido numerosos los historiadores, arqueólogos y personajes varios los que han buscado la posible ubicación no sólo del legendario castillo, sino de la identificación del posible grial. Heinrich Himmler, uno  de los máximos dirigentes del nazismo visitó Montserrat en 1940 y se interesó por la leyenda que vinculaba este monasterio al Grial, vinculación fundamentada principalmente en la similitud fonética entre Montsalvat y Montserrat.

Curiosamente se conservan en España dos supuestos cálices a los que se otorga vinculación con el grial de la Última Cena: el de Valencia y el León. El Santo Cáliz de Valencia se conserva en la catedral de esta ciudad desde 1424, cuando fue donado por el rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, en agradecimiento por la ayuda que había recibido en sus campañas del Mediterráneo. Este cáliz apareció en 1071 en el monasterio de San Juan de la Peña, donado por el obispo de Jaca. Previamente había estado en diversos lugares, como la cueva de Yesa, San Pedro de Siresa o la catedral de Jaca. La tradición dice que este grial fue confiado por el papa Sixto II al diácono Lorenzo, originario de Huesca, que de Roma lo llevó a su Aragón natal. Se trata de una copa de piedra de calcedonia, de color liláceo, que los expertos datan en época romana, alrededor del siglo I. En época medieval se le añadió un pie y unas asas. El Santo Cáliz de León se conserva en la colegiata de Sant Isidoro de León y perteneció a la infanta doña Urraca (1033-1101). Se compone de dos cuencos de procedencia greco-romana, de piedra de ágata ónice. Los orfebres medievales lo convirtieron en un cáliz con un nudo y pie de oro, con perlas, esmeraldas y zafiros. Llegó a León en el siglo XI, donado por el emir de Denia (Valencia), que a su vez lo había recibido de los musulmanes de Jerusalén. Recientemente se han descubierto en la Biblioteca Nacional de Egipto dos pergaminos medievales que explican con detalle como este grial o copa fue transportado de Jerusalén a Denia y de allí al reino de León.

En 2014 los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega publicaron el libro Los Reyes del Grial donde explicaban con gran detalle todos los avatares del cáliz de León, y daban a conocer el texto de los mencionados documentos árabes encontrados en Egipto. Esta obra ha tenido un gran éxito y se han tenido que imprimir varias ediciones. Recientemente se ha emitido en el canal Discovery Max, en septiembre de 2016, un documental sobre este supuesto grial de León. Algún experto como el francés Patrick Henriet ha puesto en duda la autenticidad de dichos pergaminos árabes, pero sin aportar tampoco pruebas determinantes para apoyar su teoría. La polémica, pues, estriba en determinar si estos documentos árabes son auténticos o son falsificaciones medievales. Lo que está claro es que tanto el cáliz de León como el de Valencia son cuencos, escudillas o griales muy antiguos, de época romana, de unos 2000 años de antigüedad. Ahora bien, lo que nunca se podrá saber ni certificar es que si esas copas fueron utilizadas realmente por Jesús en la Última Cena. 

miércoles, 20 de abril de 2016

El muro de Adriano

Si alguna vez tenéis la oportunidad de viajar al norte de Inglaterra, además de pasar por bonitos e interesantes condados norteños como los de Northumberland, Cumbria y North Yorkshire, no dejéis de visitar el muro de Adriano. Esta muralla de 177 km recorría de costa a costa la frontera norte del imperio romano desde el golfo de Solway en el oeste, hasta el estuario del río Tyne en el este. Fue construida por orden el emperador Adriano entre 122 y 132 d.C. y estuvo ocupada hasta el año 383, en que fue abandonada. Tenía una altura de 3,6 a 4,8 m, y un grosor de 2,4 a 3 m, además de 14 fuertes principales y 80 fortines, con sus respectivas guarniciones romanas. En la parte norte había un foso de 10 m y en el sur, un camino de ronda militar. Fue reparada y ampliada en 209 d.C. Marcaba la frontera con las tribus bárbaras del norte, entre ellos los pictos. Durante unos pocos años hubo otra muralla más la norte, de turba y roca, la llamada muralla de Antonino Pío, levantada en 142 d. C. pero abandonada poco después, regresando el limes a la muralla adriana. Como anécdota podemos decir que según diversos historiadores en la construcción y vigilancia de esta fortificación participaron varias legiones procedentes de Hispania (España). El muro de Adriano es un colosal monumento histórico y una muestra de la genialidad militar y constructiva de los romanos, en este caso en la lejana Britannia. No os lo perdáis si váis al Reino Unido. Vale la pena, tanto el muro, como los impresionantes paisajes que se divisan a ambos lados.